Hotel Ensenada •  Villa Ensenada Km 45 •   Puerto Varas •   Fono 56-65-212028 •   Fax 56-65-212017
 
 

Un trozo de historia

Inmerso en el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, en la X Región de Chile, en el sur de su territorio, en uno de los más bellos parajes de la zona, el Hotel Ensenada se conserva como mudo testigo de años y años de historia y tradiciones, conservando y atesorando parte importante de ese pasado. De antigua data, el hotel se construyó mediante el esfuerzo e ingenio de muchos hombres que debieron transportar sus estructuras sobre balsas que atravesaban el lago Llanquihue, a cuyas orillas fue definitivamente erigido. Carretas de bueyes ayudaron en la difícil tarea.

Huéspedes desde el año 1910
Los propietarios originales eran descendientes directos de los primeros colonos alemanes que llegaron a la zona, en el siglo pasado. Sus esfuerzos y desvelos se vieron ya recompensados en 1910, según consta en el libro de registro de pasajeros, pues era muy frecuentado por los turistas que cruzaban la cordillera hacia Argentina, por el paso fronterizo Vicente Pérez Rosales. El hotel era el anhelado refugio para los agotados viajeros, que reponían fuerzas en sus cómodas y gratas instalaciones. Ensenada es un lugar poco frecuente de encontrar: con un hermoso lago a sus pies y un imponente volcán siempre nevado, como el Osorno, su vegetación autóctona y bellos y cuidados jardines, parece que el tiempo se hubiera detenido en esas postales alemanas de comienzos de siglo.

Entrar al hotel es ya una aventura
Tiene tantos objetos valiosos, cuadros, aparatos de música, afiches, antiguedades, que no basta un día para apreciarlo debidamente. Construido íntegramente en madera, los actuales propietarios han rescatado, con mucho amor y dedicación, piezas verdaderamente de museo, para recrear las habitaciones de este viaje al pasado. Las camas, sus respaldos y doseles, cubiertas por hermosos cubrecamas, son auténticamente antiguas, rescatadas ya nadie sabe de dónde, pero dispuestas en forma única y encantadora. Las tulipas de las lámparas volverían loco a cualquier anticuario.

Un Trozo de historia a orillas del Llanquihue
Y, donde ya se alcanza lo máximo, es al entrar a los baños. Todos ellos con tinas antiguas, sustentadas en románticas patas de león, hacen sentir que la historia se detuvo y parece sentirse un murmullo de voces que conversan en alemán, como los primeros colonos. Y se encuentra natural, no parece raro haber vuelto al pasado, es demasiado real para no ser verdad. Los salones del primer piso merecen varías visitas, desde el repleto recibido, lleno de colecciones y antiguedades, hasta la sala de música con gramófonos e instrumentos musicales, rescatados para el deleite de los pasajeros.

Tradición y estilo
Todos los interiores son hechos en maderas nativas, lo que aumenta la sensación de ser acogido cálidamente, en un lugar de privilegio. Mientras se recorren los hermosos y antiguos afiches que decoran los muros, el llamado al comedor es inminente. Y ahí también se ingresa al pasado. Un hermosisimo comedor, recubierto de maderas oscuras, con pequeñas y elaboradas lámparas en cada mesa, hace sentir que definitivamente estamos en el siglo pasado. Y la influencia alemana se nota. Los menús son una sabia demostración de cómo ambas culturas, la chilena y la germana, se unen armoniosamente. El lugar se presta para comer en abundancia, preparaciones caseras y sabrosas, con toques de sencillo refinamiento. La pastelería si que denota mayor influencia alemana. Los kuchenes, mermeladas y jugos de murta apreciado y pequeño fruto de la zona son realmente poéticos. La miel de ulmo es otra delicia de la casa, que se puede degustar al desayuno. Casi no hay tiempo para probar todas las especialidades de sus amplias y generosas cocinas. De pronto, se pueden ver algunas parejas que recuerdan su luna de miel, vivida hace ya 50 años en ese mismo lugar, o jóvenes ansiosos de la paz y el sosiego del hotel. Se lee mucho, se pasea ante la majestuosidad del volcán, se pescan truchas en el lago o simplemente se descansa en alguno de los cómodos sillones del salón. Hay panoramas para todos los gustos. Incluso recientemente se habilitó un anexo, separado del hotel, para los excursionistas menos cómodos y más interesados en las bicicletas de montaña.

Una exclusividad en medio de la belleza
Pocos lugares habrá en el mundo como éste. Su valor histórico es incalculable y, aunque parezca mentira, se puede disfrutar por una tarifa de US$100 con pensión completa. El aire montañoso, el descanso y la buena comida, junto a la belleza del entorno, le devolverán la salud y la energía. Es una promesa...